Torre Pacheco ha pasado
a la historia de la aviación militar por ubicarse en su
término municipal la primera base aeronaval
de España, entre la desembocadura de la rambla de El Albujón (Boca-rambla) y
la población de Los Alcázares, en terrenos que fueron propiedad del Conde de
Roche -familia Fuster- y junto a la carretera Alicante-Cartagena (actual N-332),
aprovechando la laguna del Mar Menor para el despegue/aterrizaje de los
hidroaviones. La primera experiencia aeronáutica, fechada el 17 de diciembre de
1903, en la que Orville Wright conseguía elevar un aeroplano con motor, supone
el punto de salida a una vertiginosa y progresiva carrera en el desarrollo de
la aviación, en primera instancia por motivos militares y posteriormente
extendido al uso civil.
El
Servicio de Aeronáutica Español se creó por Real Decreto de 28/febrero/1913 y, bajo
el ambiente bélico europeo de 1914, el Gobierno de Madrid encomendó al coronel D.
Pedro Vives y Vich la elección del mejor
lugar para la instalación de una base de hidroaviones, por lo que este recorrió
toda la costa española para comprobar in situ el mejor emplazamiento, quedando
todo ello relatado en un extenso diario al que tuvo acceso el catedrático D. Luis Manzanares y que sirvió como
referente, en el año 1969, para la publicación del libro "Los Alcázares
Torre-Pacheco, un Curtiss en el cielo" y que recogemos algunos fragmentos
de su personalísima literatura:
"El
año 1914, Vives recibió un apremiante encargo (que traía impulso de Alfonso
XIII) para proponer, previas observaciones "in situ", el lugar más adecuado con vista a la
instalación de una base aeronaval; y por la Sección de Ingenieros del
Ministerio de la Guerra, con la colaboración del de Marina, se puso a
disposición cuantos antecedentes topográficos, climáticos, marítimos...,
facilitaran su tarea. Ni siquiera dos semanas necesitó Vives para asimilar el
tema y, sin moverse de Madrid, hubiera podido presentar unas conclusiones
provisionales, correctas, respecto a una docena de puntos privilegiados; pero
como era inexcusable la comprobación del terreno, allá se fue, autorizado para
decidir jornadas y descansos, con un grupo de asesores -comandante de Ingenieros,
Capitán de Navío, meteorólogo, topógrafo, fotógrafo y dos modestos automóviles
a sus servicio...
(.../..)
...penetraron en Murcia
contestana por Águilas (la Urce de Ptolomeo), y entre esta y Mazarrón
levantaron planos del fondeadero de Cope y del Grao de Bolnuevo. El meteorólogo
aludió al de Azohía -son terribles los acosos del tercer cuadrante. Les cogió
la anochecida en Cartagena, la opulentísima Carthaginem Novem, y aquel aludió a
la fortuna de Escipión el Joven al asaltarla, gracias a un repliegue de las
aguas que se originó, no en mareas o estuaciones, aquí casi inexistentes, sino
en la contumacia de un duro viento terral.
Festiva la fecha
inmediata y oída misa, salieron para Cabo de Palos, el "Traete" de
los romanos y el "Al-Cabtel" de la morisma. Cara y cruz de los
kilómetros: a un lado, los castilletes mineros de hierro, y a otro, la plana de
la solitaria sementera. Sendas laterales de zagra rojiza y chispeante.
Mas huellas de Vulcano
-recalcó el marino-, que por estos rincones vomitó también lava. Ahí están los
cráteres de Crisoleja, Santi Espíritu, Lomo de las Narices...; no lejos, en Torre-Pacheco, las "pupas"
traquíticas del Cabezo Gordo,
Carrascoy..., y ahora andamos por entre las vísceras de La Unión, tan rumbosas
de argentería, que los fenicios pudieron forjar con ellas sus áncoras.
Encaramados a los
treinta y pico metros del promontorio, fiscalizó: lajas, freus, pedruchos,
esculls, molejones...
Conocía Vives, de
tránsito, el pequeño edén: enfrente, el Mar Mayor, con la isla Grosa (la
antigua Strangyle, la Saturna Sacra, de Avieno, la Gezirat Alfire de los árabes),
y a espaldas, el Menor, alegrados por las mismas gaviotas, aunque distinguidos
por azules diferentes.
Los vientos del NW, que
se fraguan en el golfo de León, temibles allí, disminuyen en el de San Antonio,
y aquí, en Palos, se convierten en "lestada".
Tornó
la comisión a los vehículos para buscar la carretera general, y avistando Los
Alcázares se detuvo. El coronel no mostró impaciencia; viró los prismáticos
desde el tricornio del Cabezo Gordo hasta la modesta montera del Carmolí y
escribió en su cuaderno. Se perfilaron planos y dispararon placas. Iban a
ocupar los coches y todavía Vives se holgó con las ventajas del lago.
Nueva estación en
Santiago de la Ribera y mas fotografías. A poco, la playa de La Mata y el borde
o algadete alicantino: dunas saharianas de Guardamar, contenidas por el tesón
forestal del Ingeniero Codorniú, desemboque cansino del Segura y, en un viso,
los restos del castillo que descuartizó el pavoroso terremoto de 21 de marzo de
1829. Torrevieja, resucita mas hermosa del seísmo, Santa Pola, Isla de Tabarca,
como un naufrago geológico con la sola inteligencia del faro...
(.../...)
...Vueltos a Madrid los
comisionados, se comprometieron a poner en limpio notas y planos y entregarlos
al coronel a la brevedad posible, lo que hicieron...
(.../...)
...Con tan complejos
aportes de juicio, redactó un fundamentado informe y solicitó audiencia del
Ministro, general Linares. Le fue concedida inmediatamente, y puede resumirse,
a pesar de su larga duración, en estos términos:
-Creo
mi deber reiterar las conclusiones del dictamen. Cinco núcleos figuran como
prevalentes, pero el más adecuado es Los Alcázares, en la parte que depende del
Ayuntamiento de Torre-Pacheco: todo en él son espléndidas notas positivas.
El ministro le alargó
la diestra: -le quedo muy agradecido, Vives, y no tardaré en citarle; mas ha de
proponerme aprisa dos especialistas para que marchen a Norteamérica y estudien
el modelo de hidroplano que conviene adquirir-.
-Será atendido. A sus órdenes,
señor ministro-.
Vives selecciona al
capitán Emilio Herrera y al teniente Juan Viniegra, los cuales, con la
aprobación superior, salen para visitar las factorías de Estados Unidos e
informan a poco sobre el tipo Curtiss como mas adecuado; en consecuencia, se
compran doce unidades (seis aviones y seis hidros), con apremio a la firma
constructora para su transporte a España sin pérdida de embarque.
En
los atlas ministeriales de Guerra y de Marina se ha puesto de moda la sortija
del Mar Menor. Los Alcázares y Torre-Pacheco suenan y resuenan. Se organiza un raid desde Cuatro
Vientos, y el 12 de mayo de 1915 parten tres Farman y tres Lhoner, que han de
hacer parada en Alcázar de San Juan y Albacete, y desde aquí, por la cara norte
del Cabezo Gordo, avistarán la pacífica playa. Van de pilotos el infante Don
Alfonso y los capitanes Varela, Sousa, Peco, Cifuentes, Baños y Zubia, y de
observadores, los también capitanes Moreno Abella, Gonzalo, Fanjul, León Trejo,
Riaño y el teniente Gómez Lucia; para preparación de los servicios en ruta se
designa al minucioso comandante José María Aymat.
El único que cubre de
un tirón la distancia es el infante, y por ser igualmente el primero que
retorna a Cuatro Vientos en la fecha fijada, queda ganador de la carrera; tiene
entonces veintiocho años, seis meses y cinco días. Va a palacio para hacer narración del viaje sobre un mapa; el rey
escucha y en su momento pregunta:
-Conozco
Los Alcázares, ¿Que te ha parecido?-
-Incomparable;
se puede estudiar sin distracciones sociales, volar sin nubes, bañarse sin
aprensión en el mar todo el curso. !incomparable!-.
Aceptada la propuesta
del coronel, bien pronto se convirtió en
disposición legal la adquisición de terrenos al matrimonio Murphy-Fuster (ella,
una de las hijas de los Condes de Roche), presupuesto de obras, señalización,
acotación sobre un polígono de 1.500 metros de largo y 330 de ancho. !A
trabajar se ha dicho! Albañiles de la comarca, dirigidos por el calificado
Asensio Avilés, y tajos forasteros levantaron el primer hangar y un pabellón
anexo entre la curva de Bocarrambla, la carretera Cartagena-Alicante y las
catas o solares contiguos a las viviendas del médico García García y del comerciante
Ros Cortado. Creo que fui el único testigo retratado por Manuel Giménez,
fotógrafo de El Albujón, poseedor de una curiosa positiva a escasos días de
iniciadas las obras. Meses después, una noticia no recogida por la prensa
llegaba a Cartagena en sobre con franquicia
oficial al Ayuntamiento de Torre-Pacheco: -El... B.L.M. al... y se complace
en invitar a la Corporación de su digna presidencia al acto de..., que tendrá
lugar el día... a las... horas...-.
El Concejo no tenía por
qué guardar silencia y dejó que la nueva se escapara y bullera de uno a otro
extremo del villazgo:
-El día 22 va a volar un hidroplano en Los Alcázares.
-El primero en España
-Va a volar...
Se miraba al cielo, por
el que hasta entonces -salvo el espectáculo de Ripoll y su globo- no se habían
deslizado más que nubes, vilanos, avecillas, cometas y serafines."
En
aquellos momentos en los que comienza la construcción del aeródromo de Los
Alcázares era alcalde de Torre Pacheco D. Sebatián Villora Martínez, sucediéndole
en el cargo desde el 1 de enero de 1916 D. Pedro Garre Roca, desde donde se observaba
con enorme expectación al poblado pachequero de Los Alcázares, construyendo una
base militar inicialmente aeronaval que rápidamente también se convirtió en
base terrestre (le habían precedido Cuatro Vientos, Alcalá de Henares,
Guadalajara y Getaje) y que tuvo como principal objetivo la formación de
pilotos. Entre los años 1920-21 se creó en esta base la Escuela Elemental de Pilotos para pasar posteriormente -hasta 1936-
como Escuela de Combate y Bombardeo
Aéreo, siendo esta época la de mayor esplendor de la aviación alcazareña,
ampliando apoyos en el Cabezo Gordo, Isla Perdiguera, así como la creación de
la Base Naval de Santiago de la Ribera (T. M. San Javier) y el campo de vuelo
en la marina de El Carmolí (T. M. Cartagena). El rey Alfonso XIII visitó
varias veces Los Alcázares, en la que estuvieron destinados desde el piloto nº
1 de la Aviación Militar Española, S.A.R. el infante D. Alfonso de Orleans y Borbón,
hasta pioneros aviadores como el Cte. Ramón Franco Bahamonde (hermano del
dictador), Cte. Kindelán, Gallarza, Ruiz de Alda, Cap. Warleta, General
Sanjurjo, etc.
En la Sesión de 3 de
agosto de 1934, el Ayuntamiento de Torre Pacheco concede una parcela del
Cementerio Parroquial al Estado para edificar un panteón de Aviación Militar
(fotografía), cuya vista frontal daba al paseo
central -antes de la construcción del panteón de la familia Pérez Garre-, y en
el que fueron enterrados aviadores fallecidos en accidentes o actuaciones
bélicas hasta 1953, año en el que se construyó el cementerio de Los Alcázares.
El
golpe de estado del 18 de julio de 1936 hace al aeródromo Burguete (como ya se
le conocía en esa época a la instalación militar de Los Alcázares) permanecer
fiel al gobierno de la II República, en contraposición con la Base de San Javier
que, en un primer momento, se puso del lado del Alzamiento Nacional. Entre 1936 y 1939 el poblado de Los
Alcázares logra su independencia municipal de Torre Pacheco y San Javier,
aunque la finalización de la contienda hizo volver al pueblo segregado -y su
base aérea- al término municipal de Torre Pacheco hasta el 13 de octubre de
1983.
Durante
la Guerra Civil se amplió la línea ferroviaria
Cartagena-Murcia hasta las bases aéreas de Los Alcázares y Santiago de la
Ribera, bifurcándose a partir de Torre Pacheco y permitiendo la llegada en
vagones desde el puerto de Cartagena de los aviones soviéticos Polikarpov -I15
"chato"-, -I16 "mosca" o "rata"-, los caza-bombarderos
"Natacha", etc. El montaje de estos aparatos se realizaba en Los
Alcázares, ya que se transportaban desmontados desde los puertos de Ucrania y
Rusia. Al término del conflicto español se creó el Ejercito del Aire (antes
solo existía el Ejercito y la Armada), la Base de Santiago de la Ribera sirvió
para la creación de la Academia General del Aire y Los Alcázares acoge la Academia Especial del Arma de Tropas de Aviación
(oficiales provisionales procedentes de la guerra) hasta 1950. Anteriormente,
en el año 1944 se había creado la Base del 52 Grupo de Hidros y entre 1950-1970
se crea la Escuela de Suboficiales del Aire (trasladándose posteriormente a
Reus). Es entonces, y como destacamento dependiente de la A.G.A. de San Javier,
donde establece en la base pachequera la Escuela Elemental de Pilotos de
Complemento hasta 1979, pasando a ser el Centro de IMEC-EA para militares de la
escala de complemento (universitarios) y Centro de Selección de aspirantes a la
A.G.A.
En la sesión plenaria de 4 de septiembre de 1961,
el Ayuntamiento de Torre Pacheco ofrece un banderín al Ejército del Aire en su
representación de la Base de Los Alcázares, según propuesta del Consejo Local
del Movimiento. En 1986 se ubica el Centro de Adiestramiento, Seguridad y Defensa
(CASYD) y en 1995 pasa a ser Acuartelamiento con tropa profesional.
Actualmente, este recinto está desafectado de su función militar, por lo que se
le espera como gran zona de equipamientos culturales y sociales, dada la enorme
calidad arquitectónica de sus edificios y su racional configuración urbana
interior, estando en marcha los preparativos de celebración del centenario de
su construcción para el año 2015.
La
historia de la aviación en Torre Pacheco no solo se escribe con la base aérea
de Los Alcázares, sino también cientos de pachequeros que han servido a su país,
bien desde el cumplimiento del Servicio Militar Obligatorio (desaparecido en
1998), como militares profesionales, incluso prestigiosos pilotos como Tomás López Alcaraz (Balsicas) o Francisco Celdrán Ros (Paco Maravillas),
comandante de vuelo nocturno en El Carmolí, conocido por su militancia
republicana y su valiente defensa del templo parroquial durante la Guerra
Civil, en la que salió al encuentro de los exaltados marineros del Acorazado
Jaime I (atracado en el puerto de Cartagena tras su bombardeo por la aviación
franquista) y los convenció para que no incendiaran la iglesia aunque -paradojas
de la historia-, fue el régimen surgido del bando vencedor de la guerra quien
se encargó de la demolición completa del edificio religioso en 1971.
Otro
importante piloto pachequero fue Miguel
Galindo Saura, nacido en 1916 en el Ventorrillo del Redondo, junto a la
base aérea y con la que creció en su niñez viendo volar todos los nuevos
aparatos que surgían de la incipiente industria aeronáutica, hasta que en 1934
ingresa como voluntario, realizando cursos de especialización y siendo cabo en
el momento de estallar la guerra, ascendiendo a sargento (1936) y teniente
(1937). Obtuvo el título de piloto militar y fue destinado en los frentes de
Madrid y Asturias, pilotando los aviones republicanos I-15. Fue abatido por una
columna italiana que se dirigía a Santander y hecho prisionero en Villarcayo
(Burgos). La mediación de Cruz Roja Internacional logró canjearlo por un aviador
nacional en 1939 y exilio en Francia, posteriormente ocupada por los nazis que lo
devolvieron a una prisión española para ser condenado a trabajos forzados en el
Campo de Gibraltar hasta 1941. Un año después rehízo su vida con una empresa de
pintura y posteriormente con un establecimiento de papelería en Los Alcázares,
así como una imprenta en Torre Pacheco (Gráficas Galindo). Su hijo Miguel y su
nieto Mario han continuado con el noble oficio de librero. En 1957 promovió la
revista cultural Mar Menor. Con la llegada de la democracia es rehabilitado en
su empleo militar llegando al grado de
Coronel hasta su fallecimiento en 1998.
Torre
Pacheco puede contar entre sus vecinos con el general más joven del Ejército del
Aire, Casimiro Muñoz Pérez, nacido
en la Avda. Fontes nº 12 en el año 1931 en casa de sus abuelos D. Víctor Pérez
(ex-secretario Ayuntamiento) y Dª Flora Garre. Aunque su residencia paternal fuera
Cartagena sus primeros años transcurrieron en Torre Pacheco. Ingresa en la
Academia General del Aire en 1948. Fue destinado, ya como teniente de aviación,
en Canarias y en el Sahara Occidental (1952-54). Tras ser piloto militar pasó a
reactores y vuelo sin visibilidad. Fue profesor de la A.G.A. y destinado en
varias bases como Jerez de la Frontera, Talavera La Real (Badajoz), Zaragoza,
Manises (Valencia), etc. pasando a la Sección de Operaciones del Estado Mayor
del Ejercito del Aire (1968-73), agregado de las embajadas de Alemania Federal
(Bonn) y Suiza. Posteriormente fue Jefe de la Base Aérea (conjunta con EE.UU.)
de Morón de la Frontera. Ya como General de Brigada en 1986 fue Jefe de la Zona
Aérea de Canarias y África Occidental. En 1989 (General de División) fue
designado 2º Jefe del Mando Aéreo de Levante. En 1992 asciende a Teniente General, siendo nombrado Jefe de la
Primera Región Aérea y del Mando Aéreo del Centro.
Pero
sin duda, la aportación más importante a la historia de la aviación fue la del ingeniero
Juan De La Cierva Codorniú, inventor
del autogiro en el año 1923 (precursor del actual helicóptero), hijo del político
monárquico De La Cierva Peñafiel (alcalde de Murcia 1895-96, Gobernador Civil
de Madrid 1903, ministro 1904-09 y 1930-31), con residencia veraniega en Torre Pacheco en un palacete -hoy desaparecido-,
que estaba emplazado en el barrio de
Torre-Cierva, entre la Avda. Europa y C/ Chipre. La patológica obsesión de
su padre para que fuera diputado por el Partido Conservador (Juan solo quería
dedicarse a la ingeniería aeronáutica ya que la política le aburría enormemente)
es narrada magistralmente por D. Luis
Manzanares Pérez en su libro "Torre Pacheco, historia de pequeñas
historias", editado en 1957 y que extraemos unos fragmentos de algunos
actos políticos de Juan De La Cierva en Torre Pacheco, en los que estaba tan
aburrido que cogía las papeletas de
votos para hacer aviones de papel:
"Aquel año de 1919
la lucha ofrecía en la circunscripción de Murcia-capital la novedad de ser
candidato don Juan de la Cierva y Codorniú, hijo del ex-ministro Cierva
Peñafiel. La juventud de éste había discurrido algunas temporadas de verano en
la casona que, próxima al pueblo, aún lleva su nombre, y a partir de entonces
Torre-Pacheco fue para él un trozo dilecto de geografía sentimental. A su vez
la villa seguía atenta y halagada el encumbramiento del prohombre: sus triunfos
de letrado, sus discursos en el Parlamento, su obra de gobierno eran bien
conocidos aquí, y mi tío Víctor, exaltado admirador y depositario de su
confianza, se encargaba de mantener el culto civil, casi idolátrico, al que
pudo ser en nuestra historia un canciller de roca con fuego en el pecho.
Pero si tan abundantes
eran las referencias sobre el padre, del hijo Juan, salvo su aprovechamiento en
la carrera de ingeniero de caminos y la bondad de su carácter, apenas si se
conocían detalles...
(.../...)
...y
sin mengua de la atención, tomaba una candidatura y otra y otras y las plegaba,
hábil, hasta convertirlas en modelos distintos de aeroplanos...
(.../...)
Y allí quedaron, al
borde de la librería derecha, los diminutos aviones de modelos diferentes,
esperando resucitar, cuatro años después, en la gloria pausada del
autogiro".
Fotografía: Panteón de la Aviación en el Cementerio de Torre-Pacheco.